miércoles, 2 de noviembre de 2016

Marketing de proximidad

Una tienda de ropa abarrotada de gente (suele ser habitual en este centro), se me ocurre decir a mi acompañante que ya se han acabado las rebajas y de la nada, en paralelo a mi camino, surge una persona que me aclara que estoy en un error y me indica con precisión de cirujano dónde están los productos rebajados. Todo en cinco segundos, sin apenas entrometerse y con una gran sonrisa en la cara.

Algo parecido a lo que me ocurríó en otro establecimiento comercial que forma parte de una cadena de tiendas de ropa usada, un sitio en el que el valor de los productos va disminuyendo según avanza el mes hasta alcanzar precios irrisorios (una americana a tres euros, por ejemplo). Los pasillos estaban saturados, igual que los probadores. Tomé una chaqueta de pana naranja (sí, ya lo sé, qué se va a hacer) y me la probé allí en medio, frente a un espejo de esos que ponen en un lateral de una columna. Alguien de la tienda pasó por detrás mío para decirme lo bien que me quedaba por la espalda. Era justo el empujoncito que, necesitaba. Me la compré.

Directas, incisivas, rápidas y sumamente amables. Podrían formar parte de las acciones del llamado marketing de proximidad, una tipología de mercadotecnia que ahora está adaptada a dispositivos móviles, especialmente los smartphones, y utilizan la geolocalización o la capacidad de interactuar directamente (mediante códigos QR, SMS o bluetooth) con los potenciales consumidores.

Comparten escenarios cercanos, proximidad con el cliente, discursos telegráficos pero cálidos. No tienen el tiempo ni los recursos para tratamientos personalizados pero sí una excelente disposición para el tratamiento grupal, esa capacidad de psicoanálisis que permite dar consejos que parecen fruto de un estudio pormenorizado pero que no son más (ni menos) que recursos fruto de la experiencia y la observación.

La diferencia, o una de ellas, muy significativa, es que la tecnología permite verificar los resultados de sus acciones. No le basta con hacer caja al final de la jornada. Además, realizará estadísticas sobre los días e , incluso, las horas de mayores ventas; los productos más y menos vendidos, y los cruzará con algún algoritmo para explicar, por ejemplo, que la razón para que unos determinados elementos no se venden como esperaban no está en el precio sino en la ubicación de los mismos dentro de la tienda.

Al final, tal y como recoge la fotografía que ilustra este post, la tecnología aplicada a las ventas es simplemente un medio con el que interactuar con el potencial cliente y 'obligarle' a que, si no compra hoy en nuestro establecimiento, lo haga mañana.