martes, 27 de noviembre de 2018

Contra el bullyng, cultura

El apoyo de la audiencia legitima el contenido de una acción. Eso es lo que afirma un estudio llevado a cabo en Finlandia acerca del acoso escolar, el triste bullyng que, según UNESCO, sufren cada año 246 millones de niños y adolescentes en todo el mundo.

De momento, y según el último informe de PISA en cada una de las escuelas de los países que forman parte de la OCDE hay un niño por clase al que le pegan. Hong Kong lidera esta vergonzante lista con un 32% de chavales que declaran haber sido víctimas del bullyng, seguido de Letonia (30%), República Dominicana (30%), Túnez (28%) y Rusia (27%).

Para intentar evitar esta realidad, los responsables del sistema educativo nórdico pusieron en marcha un programa consistente en trabajar las emociones de la clase mediante lecciones impartidas por los profesores y juegos online. Una actividad que se lleva a cabo en los colegios durante la enseñanza básica, con niños de entre 7 y 15 años.

En cada clase se crea un equipo de intervención. Cuando se detecta un acoso, además de hablar con los dos protagonistas, el tutor responsable se pone en contacto con algunos de los alumnos más populares con la intención de que apoyen abiertamente a la víctima y reprochen la actitud de su verdugo.

En lugar de enfocar todos sus esfuerzos a influenciar directamente sobre la figura del maltratador o en consolar al maltratado, crearon una herramienta de comunicación dirigida a su público objetivo, esa audiencia que ante un acto de acoso aplaude o mira hacia otro lado. La premisa de esta nueva forma de abordar el bullyng es que las humillaciones del acosador solo tienen sentido si detrás hay una audiencia que las apoye. El resultado es que, desde que implementaron este sistema, en 2006, el acoso ha desaparecido en casi un 80% de casos.

A pesar de que no hay rincón del mundo donde se escapen de esta lacra, en el otro lado de la balanza, es decir, las aulas de los países donde se muestra un mejor comportamiento y compañerismo, están en Países Bajos, Taiwan, Corea e Islandia. Por lo que respecta a España, durante el último año un 14% de los adolescentes denunciaron haber sufrido acoso.

Qué mejor momento que hoy, 27 de noviembre, Día Internacional del Profesor, para reivindicar un sistema de educación en el que se fomente el respeto (a uno mismo y a los demás), el diálogo y la lectura, sí, la lectura, tal y como les recomendaba a los profes la gran poetisa Gloria Fuertes, tan cercana a los niños y al buen rollo. En un día como hoy, en el que se cumple el 20 aniversario de su fallecimiento su pluma escribía: “Decidles (los profesores a los niños) que en otros juegos se puede ganar o perder, pero que jugando a leer no se pierde nunca. Desde los 5 años hasta los 90, quien juega a leer gana siempre”. Contra el bullyng, cultura.

martes, 7 de agosto de 2018

Te oigo y te veo, y no lo sabes

Hace cosa de una hora he hecho una fotografía de una crema facial que me quería comprar (luego no hay quien se acuerde de los nombres). Es de una marca muy poco conocida, canadiense. (…) Total que me olvido y al rato abro mi Instagram y, ¿sabéis con qué me encuentro?. Una publi de ese mismo tarro que acababa de fotografiar. Antes no la busqué por Google ni Twitter o Instagram”. Esta introducción forma parte de un hilo de Twitter compartido por barbijaputa y la periodista y escritora Carme Chaparro.

Esto que a algunos les parece magia también ocurre con las conversaciones de wasap. Supuestamente están encriptadas pero cada vez es más habitual que se chatee de algún producto e, inmediatamente después, aparezca una publicidad suya en la cuenta de alguna de nuestras redes sociales.

Pero en este caso, lo que me sorprende es a quién sorprende. Estoy hablando de toda una @barbijaputa, la tuitera con 298K de seguidores y columnista de eldiario.es, y de una @CarmeChaparro, periodista (presentadora y editora de informativos de televisión) y escritora, reciente premio Primavera por la obra ‘No soy un monstruo’, que esta misma mañana compartían un hilo en el que se hacían cruces, como si de magia se tratara, acerca de cómo les aparecían publicidades de productos por los que se habían interesado de viva voz, a los que habían hecho una foto o sobre los que habían comentado con sus amigos por wasap.

Su extrañeza se fundamentaba en que no los habían buscado previamente a través de Google o en las redes sociales. Y a mí, después de tantas pelis, tanta serie y tanta literatura (incluida la periodística) al respecto, lo que me asombra es su asombro, su ingenuidad. Esta gente tan experimentada en el mundo digital y tan bien informada ¿no está al cabo de la calle de las condiciones que aprueban al aceptar instalar muchas de las aplicaciones que tienen sus móviles?

Y no estoy hablando de aplicaciones raras o desaconsejables. Según un estudio de Kaspersky Lab, el 83% de las apps que llevamos en nuestros móviles tiene acceso a datos sensibles (contactos, llamadas, mensajes, calendario, cámara, micrófono, acceso a la memoria, ubicación e, incluso, controlan el apagado o encendido del móvil o el acceso a los datos de la wifi).

Kaspersky hizo una prueba consistente en descargarse las 66 aplicaciones más populares entre los usuarios de Android. El resultado es que 54 de ellas funcionaban por sí solas, sin necesidad de que el usuario las abriese.

1984’, la novela de George Orwell, fue publicada en 1949. A pesar de los años transcurridos y de la reiteración del mensaje de la presencia de un Gran Hermano, con series como ‘Black Mirror’, películas de género distópico y reallity shows donde se muestra la vida de un grupo de personas durante las 24 horas del día, hay quien se sigue asombrando de hasta dónde llegan los tentáculos de la gran red.

Nuestros dispositivos móviles nos espían. Nos escuchan, nos ven, tienen acceso a nuestros chats, a nuestras citas del calendario, a los números de teléfono de nuestros amigos, familiares y clientes, saben dónde estamos, dónde vamos y dónde fuimos. A pesar de ello, ¿estás dispuesto a prescindir de ellos?

martes, 5 de junio de 2018

La felicidad, según el CIS

La moción de censura y, más concretamente, la dimisión de Rajoy como líder del PP, han coincidido con la publicación del barómetro del CIS correspondiente al mes de mayo, el que se podría catalogar como el primer barómetro de la nueva era socialista.

Como siempre, este instrumento estadístico muestra el perfil sociológico del español medio. Nos permite conocer cuáles son nuestros hábitos religiosos, de entretenimiento, nivel de salarios, preocupaciones vitales, etcétera.

Es así como he sabido que el mayor porcentaje (13,8%) de los ingresos personales netos de los españoles es el de las personas que cobran de 601 a 900 euros por trabajar mayoritariamente (el 66,7%) en el sector ‘Servicios’, eso a pesar de que un 21,9% tiene estudios superiores.

Cuando estaban en plena adolescencia, con 16 años, el 63,2% de las madres de los encuestados no trabajaba o, mejor dicho, no trabajaba fuera de casa, que es muy diferente, y el 38,2% sus padres formaban parte de la estructura de alguna empresa dedicada a los ‘Servicios’ (la cantinela de que somos un país de ‘Servicios’ se corrobora como cierta).

Un dato que a mí me ha parecido muy curioso es que haya un 5% de la población que no recuerde qué votó en las elecciones generales de 2016 y uno que no deja de desconcertarme es el de marcar en una escala de 0 a 10 cuál es grado de felicidad de quien contesta. El grueso, el 29,2%, dice sentirse un “8”, y un 12,5% no tiene complejos en darse un “10” en felicidad.

Y digo yo. Cómo ganando entre 601 y 900 euros (la mayoría), con un nivel de estudios superiores muy importante, trabajando muchos de ellos en ocupaciones distintas a las que se prepararon pueden otorgarse un notable alto en su nivel de felicidad. Solo atisbo a comprenderlo si incorporo el dato de que entre ellos hay un grupo importante, ese 5% del que hablábamos antes, incapaz de recordar lo que votaron en las elecciones generales de 2016. Imagino que, por momentos, también olvidan sus sueldos y hasta en lo que trabajan, solo para conseguir, aunque sea durante un instante, ser felices con un “8” en una escala de “10”.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Los jóvenes gordos/delgados españoles

El 45% de los jóvenes (esa maravillosa etapa que transcurre entre los 15 y los 29 años) come dulces y bollos casi a diario aunque durante la semana apenas prueben el pescado y la fruta fresca. Quizás por eso o a pesar de ello, la mayoría, el 86%, dice estar preocupado por su imagen y por la imagen que transmitan a los demás. De hecho, ocho de cada diez cambiaría alguna o muchas partes de su físico.

No obstante, y teniendo en cuenta esos malos hábitos alimenticios, menos de un 5% de los jóvenes españoles sufre obesidad o sobrepeso. Es más, de acuerdo con el Índice de Masa Corporal (IMC) en adolescentes, el 39% de los chicos y chicas de 15 a 17 años se ubica por debajo de su peso teóricamente recomendado, y si subimos un poco el escalón de la edad del pavo, ese porcentaje sube hasta el 56% en las chicas entre 18 y 29 años.

Son datos del ‘Barómetro juvenil de vida y salud’ realizado por la FAD a través del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y la Fundación Mutua Madrileña; un trabajo presentado esta misma mañana con el que se intenta obtener una fotografía fija sobre el estado de salud, física y mental de los jóvenes españoles.

Hemos comenzado con una descripción de un perfil de joven que desea ser y mostrarse bello o, al menos, delgado. Lo peligroso es que cuando se aspira a ser más delgado de lo que la salud recomendaría. No es coña. Según el estudio, casi un 30%, cerca de dos millones de jóvenes, afirma que en el último año han sufrido síntomas claros de algún tipo de trastorno mental. A saber: depresión, trastornos del sueño o por alimentación, adicción a sustancias, ansiedad, pánico, fobias, entre otros.

Unos síntomas que fueron detectados en los pocos jóvenes (apenas la mitad de los que notaron trastornos) que finalmente decidieron acudir a los servicios médicos: psicólogos, médico de cabecera o psiquiatra, y que finalmente sirvieron para afirmar que el 21% de nuestra juventud presenta un cuadro de sintomatología depresiva moderada.

Una salud mental que presenta importantes diferencias, según el sexo. Un 33% de chicas frente al 23% de chicos afirma haber sufrido algún síntoma de trastorno mental en el último año. Una brecha de género que se extiende en casi todos los tramos de este estudio (problemas de salud, enfermedades crónicas, automedicación, etcétera). Qué difícil es encontrar una estadística en la que las mujeres no salgan perdiendo. Lo estamos haciendo muy mal.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Perdón a los 'millennials'

Los baby boomers, esto es, los nacidos entre 1946 y 1965, hemos engañado a nuestros hijos, los millennials, los que vieron la luz a partir de los 80. Les dijimos que estudiaran para que pudieran ser lo que quisieran; les apuntamos a inglés y alemán (en aquella época se llevaba mucho lo germano); a clases de informática avanzada; a pintura; teatro; natación; tenis o fútbol.

Algunos progenitores apuntaban a sus hijos a todas esas disciplinas a la vez. Hacía falta un Excel para poder cuadrarlas y una lavadora de gran capacidad para tanta ropa deportiva sucia. Al final, entre el cole y las extraescolares apenas quedaba tiempo para que los chavales jugaran; y qué han conseguido: Ser la generación mejor preparada con más parados de la historia.

¿Tenemos forma de compensarles? Los ingleses proponen una idea para intentar reparar esta brecha generacional y corregir ese injusto desequilibrio. Se llama ‘Herencia ciudadana’ y consiste en que, al cumplir los 25 años, el Estado les ingrese 12.000 euros en sus cuentas corrientes. Eso sí, sólo podrán destinarlos a ampliar estudios, alquilar vivienda o iniciar un negocio propio.

Para financiar esta partida proponen modificar el actual impuesto sobre las herencias, que se aplica en un 40% a las grandes fortunas (cuando el legado supera el millón de libras), y ampliarlo a todas, bajando el margen al 20%.

Una propuesta que ayudaría a que, la también llamada ‘Generación Y’, ampliara su bagaje cultural, nivel de independencia y capacidad de emprendimiento, todo para tener más posibilidades de salir adelante, emanciparse y acceder al mercado laboral sin necesidad de irse del país y/o trabajando de lo primero que les saliera, en ocupaciones muy alejadas de sus auténticas vocaciones.

Pero digo yo, ¿cómo se compensa a aquellos millennials que ya han cumplido el cuarto de lustro? y otra cosa, si el resto de los miembros europeos desencantados con su presente que forman parte de este colectivo suelen tener a Reino Unido como una ‘tierra de provisión’, ¿dónde van los millennials ingleses cuando no tienen salidas profesionales en su país?, ¿cuál es su ‘paraíso’, el último recurso? Debe ser como pasear por un parque temático sin posibilidad de disfrutar de ninguna de las atracciones. Frustración sobre frustración. Desde mi responsabilidad como padre pido perdón. “Perdona David por prometerte que con esfuerzo podrías hacer realidad tus sueños. Nos engañaron a todos”.

lunes, 7 de mayo de 2018

Dos historias solidarias para hoy

Tengo dos historias bonitas que contar. Ambas son historias solidarias, de las que te ponen la sonrisa en la cara. Son de amigos y gente cercana. En la primera, una pareja de sexagenarios (espero que no les moleste el término porque, aunque real, suena como llamarles “viejunos”), amante de los animales pero solo con tiempo y ganas para cuidar pájaros se hizo con una pareja de canarios que terminaron teniendo descendencia y resultó que su prole nacía ciega.
Pedrito, el mandarín ciego.

Decidieron ayudarles en su cría. Pegaron los cacharros de los alimentos y del agua al suelo y barrotes de la jaula para que siempre tuvieran la misma ubicación y los animales pudieran recordarla, y les alimentaron manualmente. Lograron sacar adelante a dos de ellos.

La nueva pareja de alados sin vista fue creciendo y con el tiempo gestaron a otro pájaro, también ciego, al que sus padres, a pesar de no poder verse entre sí, han sido capaces de alimentar por sí mismos y proporcionarle lo necesario para vivir. Todo ello, bajo la atenta mirada de estos dos amigos ‘sexagenarios’ (perdón, de nuevo, lo digo desde el cariño).

La otra historia surgió hace unas semanas, en el trabajo. Una compañera comenzó a recibir llamadas de un número desconocido en su móvil del trabajo. Hasta aquí, nada extraño en un terminal telefónico cuya misión es recibir llamadas de periodistas. La cosa es que quien llamaba era una señora, por su voz bastante mayor, que preguntaba por un familiar. Mi compañera la contestó cortésmente que se había equivocado, la señora –al parecer un tanto desconcertada- se disculpó y ambas colgaron.

Pero, a partir de ese día, la señora comenzó a llamar dos o tres veces por semana, siempre preguntando por la misma persona de la primera vez. No era difícil deducir. Se trata de alguien afectado por Alzheimer que no recuerda de un día a otro que está llamando a un número equivocado.

Cuando se produce la llamada, veo sonreír a mi colega y descolgar el teléfono. La ha cogido afecto y no es capaz de colgarla o enviarla a la carpeta de los números bloqueados. Siempre intenta que la supuesta anciana le ponga con alguien con el que poder subsanar el error telefónico y ayudar a conseguir que se logre la comunicación. Un día de estos seguro que lo conseguirá, pero a buen seguro que mi compañera (y yo) la echaremos de menos.

FE DE ERRATAS: Sabía que lo de "sexagenario" me traería problemas. Utilicé el término porque me parecía literariamente más acertado; pero no, uno de los miembros de la pareja de amigos dueños de los pájaros no tiene aún 60 tacos (ni los aparentan). Además, me dicen que no son canarios sino diamantes mandarines, de la variedad blanca para ser más concretos; y me facilitan una foto de la cría (se llama Pedrito) que procedo a subir sin más dilación. Mis más sinceras disculpas a mis amigos y a sus pájaros mandarines.

viernes, 4 de mayo de 2018

Solo un raro puede entender a otro raro

Ya no recuerdo, qué pena de memoria, si la serie ‘Bron’ (‘El Puente’, emitida por Netflix)  es danesa o sueca. Pero ese dato no es esencial para el argumento, el mío, no el de la serie. La protagonista de este thriller nórdico es una mujer, policía, con síndrome de Asperger, esa enfermedad que ha popularizado Sheldon Cooper, el extravagante físico dedicado a la investigación de la teoría de cuerdas de ‘Big Bang Theory’.

En la serie sueca o danesa, a saber, su prota aparece segura de sí, profesionalmente; pero quebrada personalmente. En el trabajo, el Asperger parece conferirle aplomo, una capacidad de análisis extraordinaria y una visión casi microscópica de los casos policiales. Le ayuda a destacar, pero lo hace a costa de la imagen y la impresión que transmite a sus compañeros de trabajo: odiosamente perfecta, intransigente y bastante aburrida.

Pero no tener emociones no significa no tener necesidades. La mujer policía acude a los típicos lugares de ligoteo suecos/daneses y se dirige directamente y sin dilación a algún hombre de su gusto para proponerle mantener sexo. Sin mediar conversación previa, sin cortejo alguno. Ella pone la casa, les dice cuáles son sus preferencias en la cama y pregunta por las de sus conquistas. Pero no siempre obtiene un sí por respuesta. Hay temas en los que el mensaje directo femenino está censurado y, cuando se produce, a todos asombra; y a algunos, incluso, les asusta.

A lo largo de la serie, la chica intenta aprender a sentir tal y como lo hacen quienes la rodean, pero no lo consigue. Por mucho que lea sobre conducta y socialización no es capaz de quitarse esa coraza robótica que la recubre y lo único que logra es frustrarse por no aceptarse como es o por intentar ser como los demás.

Por lo que la ficción nos ha transmitido, las personas con este síndrome son incapaces de ‘sentir’ como el resto y, por tanto, de relacionarse tal y como la gran mayoría entendemos qué debería ser socializarse. Para ellos, las relaciones emocionales son muy diferentes. La aparente ausencia de pasión, la imposibilidad de entender la ironía, las frases con doble sentido o percibir los mensajes del lenguaje no verbal, la inflexibilidad de pensamiento, la resistencia a aceptar el cambio y a obsesionarse por determinados temas son las principales normas de conducta de este trastorno del espectro autista.

La serie de la que hablamos muestra la casi nula capacidad de empatía de esta mujer con su entorno, incluso el más cercano, pero también nos deja ver cómo las personas que tiene a su alrededor apenas intentan comprender su manera de actuar y cuestionan su forma de ser, simplemente por ser diferente. Al final, los guionistas eligieron como compañero de trabajo televisivo a otro policía, masculino que, traumatizado por la muerte violenta de su familia, está acompañado de los fantasmas de su mujer e hijas y hasta habla con ellas. El mensaje, triste e insolidario: Solo un raro puede entender a otro raro.

jueves, 12 de abril de 2018

Hay que leerse la letra pequeña, siempre

Tener un aviso en el buzón de correos, el postal, de carta certificada y no saber quién la envía siempre resulta inquietante. ¿Una multa de tráfico?, ¿una paralela de Hacienda?... La duda sobre los posibles orígenes (de carácter impositor habitualmente) provocan, al menos en mí, que las siguientes 24 horas (el tiempo que hay que dejar transcurrir hasta poder recogerla) las viva con desazón.

También es verdad que mi forma de ser, un tanto obsesiva compulsiva, fagocita este comportamiento. La última vez que me enfrenté a esta situación fue ayer. Acudí a recoger una misiva enviada por la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, dependiente del Ministerio de Economía. Para resumir su contenido: hace dos años puse una reclamación y en este escrito me comunicaban que se reiteraban en el desistimiento, daban por agotaba la vía ‘administrativa’ y me anunciaban que solo me quedaba el contencioso (y pagar abogados) para intentar alcanzar mis objetivos.

La cosa es que hace un par de veranos contratamos (y pagamos) unas vacaciones que no pudimos realizar porque a mi pareja, en paro, le hicieron una oferta de trabajo, que aceptó, y comenzaba justo en los días en que se iniciaba el viaje. Previsores, habíamos contratado un seguro que, creíamos, cubría ésta y otras circunstancias. Qué ilusos.

Si bien es cierto que una de las causas que recogía el condicionado del seguro para devolver el dinero era el comienzo de una relación laboral, el detalle explicaba que el contrato de trabajo que impedía la realización del viaje debía prolongarse durante, al menos, SEIS meses. El que firmó mi chica fue por obra y, finalmente, duró cinco meses.

Según los datos del Servicio Público de Empleo Estatal, en agosto de 2016 (cuando íbamos a emprender el viaje)  se firmaron 662.918 contratos eventuales por circunstancias de la producción; de los cuales, 478.410 (el 72%) fueron por menos de tres meses, mientras que la mayor parte de los de obra o servicio tuvieron una duración inferior a los 7 días. En resumen y para no agobiar con cifras, la duración de los contratos firmados durante ese mes fue de 55,85 días.

Las distintas reformas laborales acometidas en los últimos años han disparado la tasa de temporalidad en España. Más del 90% de los contratos que se firman son temporales. Nuestro país encabeza en la UE el empleo temporal no deseado y ocupamos la segunda posición (solo nos supera Polonia) en número de personas con ‘temporalidad laboral’.

Con estos datos, entendíamos que el condicionado del seguro no se adecuaba a la realidad laboral del país y que esta obligación se convertía en desproporcionada e injusta. Así lo hicimos saber, primero a la compañía de seguros en cuestión y, tras recibir su displicente negativa, al departamento de reclamaciones de la Dirección General de Seguros.

Han transcurrido casi dos años desde que comenzara este tortuoso viaje. El resultado ha sido negar, o mejor dicho, obviar, una realidad: la situación del mercado laboral, para volvernos a reiterar el desistimiento de la reclamación e insistir en la circunstancia de que el texto con las condiciones del seguro lo deja meridianamente claro: “contratos de más de SEIS meses”. Ni una palabra acerca de nuestra argumentación. ¿Y la lógica?. Mira que me lo dicen mi padres: "Hay que leerse la letra pequeña, siempre".

martes, 10 de abril de 2018

El marketing directo molesto

La verdad es que no sé muy bien quién revisa el cumplimiento de ciertas resoluciones legislativas o quién penaliza su incumplimiento. Me refiero concretamente a dos. Una está fechada en septiembre de 2017, y hace referencia a la decisión del Congreso de prohibir las campañas de publicidad que utilicen como reclamo el eslogan ‘sin IVA’, por el mensaje negativo que los ‘padres de la patria’ creen que traslada implícitamente: “Si te puedes escaquear de pagar el IVA, mucho mejor”.  

Pues bien, yo sigo viendo anuncios en la tele, en Twitter y en las marquesinas de los autobuses blandiendo el mensaje “Aprovecha los días sin IVA”. A las marcas que lo publicitan (algunas muy importantes) parece no importarles la cosa ética del cómo interpretará la audiencia ese claim engañoso y hacen caso omiso a la decisión que, supuestamente, se tomó para evitar malos entendidos acerca del uso publicitario del impuesto sobre al valor añadido.

El otro incumplimiento viene de más lejos y me consta que es mucho más molesto. El pasado mes de enero de 2017 el marketing directo y sin escrúpulos se acotaba, a petición de Bruselas, con la intención de evitar la intromisión vía teléfono, SMS y correo electrónico. Según se decía cuando se hizo pública la noticia,  querían trasladarlo a los 28 países de la Unión Europea para que fuera efectivo, como tarde, el pasado mes de mayo.

La cuestión es que tales medidas no parecen haber servido para evitar llamadas telefónicas al fijo en horas intempestivas, indiscriminadas e imposibles de rechazar. En algunos casos, el ring ring comienza a las ocho de la mañana, parece que no va a parar nunca (dura varios minutos) y cuando descuelgas se corta la comunicación.

Sucede varias veces a lo largo del día y la razón de que no conteste nadie es que la llamada la efectúa una máquina; su intención no es vender nada (todavía), sino establecer los horarios en qué los usuarios atienden la llamada telefónica. No sé siquiera si este tipo de llamadas (sin nadie al otro lado del auricular) está regulada y tiene limitaciones (por ejemplo, las llamadas comerciales tienen que hacerse entre las nueve de la mañana y las nueve de la noche).

Es de imaginar que el cuore del negocio de las compañías que están detrás de esta acción es confeccionar listas con números de teléfono y horarios en los que la gente está en casa y contesta. Una información por la que las empresas que pretenden vendernos sus productos o servicios pagarán una buena cantidad de dinero. El objetivo es optimizar el proceso de venta y perder el menor tiempo posible en la captación de nuevos clientes.

Luego están aquellas llamadas que nos asaltan a la hora de la comida, de la siesta o que interrumpen la cena entre las ocho y las nueve de la noche. Suelen ofrecerte servicios con operadores telefónicos y, aunque parezcan proceder de números telefónicos con prefijo español, muchas de esas comunicaciones se establecen desde allende de los mares (donde presumiblemente los salarios de quiénes nos llaman serán mucho más bajos). Los horarios serán más intempestivos en tanto en cuanto las llamadas coincidan con la parte inicial o final de las jornadas laborales de las ciudades de origen (localizadas en Sudamérica).

Si miras en Internet y buscas los números de teléfono desde los que te ‘acosan’, se comprueba que hay un montón de ciudadanos que ya se estaban quejando de esta circunstancia antes que tú. No se puede hacer nada para evitarlo. Ni apuntarse a las listas Robinson (estamos hablando de empresas sin ningún código ético que no van a participar voluntariamente de este recurso), ni colgar sin oír al interlocutor de turno, ni escucharle tranquilamente y pedirle, por favor, que respete nuestros derechos ARCO y nos saque de su base de datos.

Habrá que esperar a que alguien con el ingenio suficiente invente algún discriminador de llamadas entrantes (nuestro operador cobra por bloquear números en el fijo) que detecte esas comunicaciones indeseables, las ponga en espera indefinidamente (a ser posible con una música insoportable de fondo) y envíe automáticamente la información de las mismas al departamento correspondiente (oficina del consumidor, oficina de atención al usuario de telecomunicaciones, etcétera) para que les aperciban y multen, según corresponda. ¡Venga, ánimo, inventores!

viernes, 2 de marzo de 2018

Residencias con vistas y 'gay-friendly'

Elisa y Remedios entraron a vivir en la residencia por separado hace algún tiempo. Se gustan, se nota, cada vez pasan más tiempo juntas y las han visto besarse. Han solicitado a la trabajadora social del centro cambiar de habitación para poder vivir juntas y mantener una vida más privada, ya que las habitaciones del centro son todas dobles” (…)

(…) “Algunos de sus compañeros comentan que esto no se puede permitir, que esta relación es una vergüenza, que son lesbianas (‘las tortilleras’, las llaman). La directora teme que se genere un conflicto en el centro y que esto les provoque un mayor rechazo, si se accede que vivan juntas. La normativa no señala nada sobre la convivencia de parejas homosexuales o lesbianas, nunca hasta ahora se había dado un caso así”
.

Este texto no es la letra de una canción inédita de ‘Mecano’. El testimonio, real, forma parte de un documento editado por la Fundación Pilares, en el que se trata de la sexualidad en los centros residenciales, de cómo afecta a los usuarios, a sus familiares, y a los empleados que les atienden. Un tema de interés que muestra la complejidad de mostrar afecto (emocional y/o físico) en un entorno institucional compartido, con espacios comunes donde es muy difícil preservar la intimidad, más cuando la comparten dos personas mayores del mismo sexo.

Si ya existe un grave problema en la sociedad, en general, de incomprensión e intolerancia hacia la homosexualidad (ya no hablemos de la transexualidad), imaginaos si lo trasladamos a un entorno como las residencias o geriátricos, donde la media de edad de sus usuarios es muy elevada y, por tanto, también se presupone que hay una tendencia conservadora mayoritaria (estamos hablando de gente que ha nacido entre los años 40 y 50 del pasado siglo).

Es fácil presuponer los problemas y el rechazo que puede conllevar a los moradores de este tipo de centros el mostrar abiertamente una condición sexual diferente a la hetero. Para intentar evitarlo, la guía sugiere la creación de centros residenciales gay-friendly, como se anuncian algunos hoteles.

Puede ser una opción, aunque no me gustaría que termináramos utilizando Booking.com para buscar residencias geriátricas céntricas, con baño privado, vistas y gay-friendly. La solución real no creo que se encuentre en una nueva oferta (privada) del mercado, a la cual previsiblemente solo podrían acceder los mayores con más renta; debería partir de la iniciativa pública y de su capacidad para trasladar a la sociedad una educación basada en el respeto y la tolerancia. ¿O no?

jueves, 1 de marzo de 2018

Sordos no diagnosticados

La OMS advierte que 400 millones de personas tienen pérdida auditiva. No se lo creen ni ellos. A esa lista habría que sumar a los sordos selectivos, esto es, aquellos que solo oyen lo que quieren y cuando quieren. Por supuesto, muchos jefes (empresarios) y miembros de la clase política, en especial del Gobierno, formarían parte de este colectivo; a los que habría que sumar a un porrón de hijos adolescentes; camareros en hora punta (sobre todo los que atienden las terrazas y barras a la hora del aperitivo), y perros juguetones sin correa en su hora de salida por el parque.

Ah, ya, que los perros no son personas. Bueno, da igual. Para compensar, yo mismo quiero sumarme a esa lista de la OMS porque siento cómo pierdo agudeza auditiva a pasos agigantados. Solo me parece oír bien en las salas de cine equipadas con sistema Dolby sensurround. Y eso que siempre he sido reacio a utilizar cascos para escuchar música.

Nunca he ido al médico a que me hagan una prueba para valorarlo así que estimo que habrá un montón de personas en mi misma situación. Millones de sordos no diagnosticados cuyas contestaciones siempre comienzan con un “¿Cómo dices?”.

jueves, 22 de febrero de 2018

Exportamos esclavos, pero bien formados

Hay más de 40 millones de esclavos en el mundo. Nunca ha habido tantos, en ningún periodo de la Historia. Lo dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esos 40 millones se reparten en 24,9 millones de personas que realizan trabajo en condiciones de esclavitud, entendido como que se realiza bajo coacción o amenaza; y el resto, 15,4 millones de individuos, las sometidas a matrimonio forzoso.

Del dato escalofriante al dato clamoroso. La esclavitud está globalizada. También se da, y mucho, en los países industrializados, desarrollados, sobre todo en la Unión Europea donde, según las cifras que aporta la OIT, ya convivimos con 1,2 millones de víctimas de esa lacra, el 2,7% del total mundial. Digo yo que será por las economías de escala y nuestro pasado esclavizador y negrero.

Dicen que son 40 millones pero a mí me parece que hay muchos más. Estoy seguro que esta cifra se ampliaría porque seguramente la OIT no contabiliza como tal la esclavitud que se genera a través del paro, el empleo precario y la falta de oportunidades, sobre todo en los más jóvenes.

Ya no hablamos de nuestros índices de paro juvenil, el 40%, el más alto de la OCDE; es que la tasa de temporalidad española (porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años asalariados con contrato temporal) es la más alta de todos los países europeos y se sitúa en 56.4%, muy por encima de la media europea que no llega al 33%.

¿No se está coaccionado y amenazado cuando no se tiene posibilidad de trabajar o, lo que puede ser aún peor, cuando se trabaja y se sigue siendo pobre de solemnidad? ¿O no se vive acojonado cuando se tiene un trabajo precario y un salario de mierda?, con perdón.

Y es que antes, la juventud trabajaba poniendo copas los fines de semana para pagarse los estudios o las vacaciones de verano. Ahora, la profesión de ‘tirar cañas’ a tiempo completo, durante doce horas diarias y por 800 euros al mes es la única salida de muchos postgrados para poder subsistir.

Sí. Hay más esclavos de los que parece. Sus ataduras y cadenas no son tan visibles a simple vista pero ahí están, basta con fijarse un poco más de lo normal. Tienen otra salida: escapar. Los ‘carceleros’, para quitarse responsabilidades, dirán que ha subido el índice de emancipación cuando la realidad es que una parte de nuestros flamantes licenciados habrá huido para currar como camareros por toda Europa mientras comparte un pìso de dos habitaciones con otras seis personas. Exportamos esclavos. Eso sí, con formación universitaria. “Arquitecto, por favor, unas aceitunitas”.

viernes, 16 de febrero de 2018

Comunicar para hacer frente a las crisis

Las ONGs son una de las instituciones que cuentan con uno de los índices más elevados de credibilidad y confianza. Su política de transparencia, el código ético, los filtros para la contratación del personal y su capacidad para asumir y depurar responsabilidades son, en buena parte, los baluartes sobre los que se apoyan esos altos niveles de satisfacción por parte de la ciudadanía.

Pero en ocasiones ocurren hechos, como el del escándalo sexual protagonizado por trabajadores de Oxfam en Haiti tras el terremoto de 2010, que ensombrecen la labor de estas organizaciones y, con ellas, la del resto. No parece justo, pero así ocurre.

A escasas fechas del escándalo, en España se han dado de baja 1.200 socios, han descendido las donaciones y se ha tenido que poner en funcionamiento el gabinete de crisis de la organización solidaria. Ruedas de prensa, acciones desde Facebook, Twitter y a través de la página web de Oxfam con el mismo mensaje: “Reforzamos nuestras medidas contra el acoso y el abuso sexual”.

Vídeos protagonizados por el director general, José María Vera, y la directora adjunta y responsable de Recursos Humanos, Pilar Orenes, son los encargados de dar la cara ante la ciudadanía y los medios. De sus redes sociales se cuelgan entrevistas con los medios y las grabaciones con el contenido de las ruedas de prensa donde entonan un mea culpa, expresan su vergüenza por lo ocurrido, y proponen nuevas medidas para evitar que cosas así vuelvan a ocurrir.

El protocolo se repite en todos los escenarios mediáticos. Lo primero, asumir la culpa para, inmediatamente, explicar que se trata de un hecho pasado, acotado y denunciado. La siguiente parte del discurso es aclarar que, desde entonces, la organización ha reforzado sus protocolos de actuación, como la creación de una Línea de denuncia, para afianzar la protección y permitir la delación y la investigación de casos similares.

Para apoyar su discurso dan cifras. Asumen que en estos últimos años este protocolo ha dado lugar a la apertura de más de ochenta expedientes de investigación (con una casuística muy diversa y distintos niveles de gravedad), lo que daría un mínimo porcentaje de trabajadores afectados que se aproximaría al 1,5%.

Luego están las acciones que podrían acometer para evitar este tipo de actuaciones, entre ellas una Comisión sobre malas conductas sexuales, crear una base de datos para evitar la falsificación de referencias por parte de miembros de Oxfam, o la asignación de fondos específicamente dedicados a la protección.

Visto todo esto, lo que sí parece lógico es que las ONGs tengan mayor grado de credibilidad que otro tipo de instituciones. Depuran, toman medidas disuasorias y correctoras, destinan recursos y, sobre todo, dan la cara para aceptar responsabilidades, se ponen en la piel del ciudadano o socio que está siguiendo lo acontecido y le intentan explicar, desde la asunción del deber y el compromiso, cuán importante es su labor y porqué necesitan seguir disponiendo de su apoyo. Un ejemplo que deberían seguir muchos.

viernes, 26 de enero de 2018

Cobrar en función del tiempo que te lean

Acabo de leer un dossier titulado “La comunicación en la Era Blockchain” en el que se describe el final de un modelo de negocio, fallido, sin haber encontrado un sustituto que garantice su rentabilidad. Un modelo, el de la Comunicación en Internet, que siente haber agotado un proceso, el de intercambiar información, para empezar a plantearse otro donde la ‘moneda de cambio’ sea el valor.

La democratización en el acceso a la información fue la parte positiva de esa fase ya extinta pero, a medio plazo, sus peores consecuencias han sido la pérdida de credibilidad, la tendencia a la desconfianza de los públicos hacia las marcas, los medios y sus contenidos, con los daños colaterales (en ingresos por publicidad y ventas, cierre de cabeceras, despidos de profesionales) que ha conllevado.

Los participantes en este dossier proponen o insinúan algunas tendencias vinculadas directamente con esta tecnología, Blockchain, que nació para registrar las transacciones de bitcoins pero que gracias a sus principales características: descentralización, seguridad, inmutabilidad, permite aplicarla a medios de comunicación, agencias o redes sociales.

En el caso de los medios, estaríamos hablando de plataformas formadas por el trinomio usuarios, creadores de contenido y anunciantes. Para que lo entendamos. Un medio que eligiera crear una plataforma Blockchain tendría periodistas que parte de sus sueldos los cobrarían (en criptomonedas) en función del número de lectores y el tiempo que permaneciesen leyendo sus artículos, lectores que valorarían el trabajo de los profesionales y que darían a cada cual su nivel de influencia, reputación y parte de sus emolumentos.

Con respecto a la publicidad, sería posible garantizar al cliente que va a pagar por tiempo de visualización de sus anuncios, y no por clics. Confianza y transparencia como argumentos para garantizar a los anunciantes que solo van a pagar por los anuncios que se consumen, pudiendo tener constancia de dónde se genera el tráfico para poder segmentar datos y hacer sus estrategias.

También podrían crearse medios totalmente independientes, transparentes y libres de injerencias, tanto en los contenidos como en la orientación editorial. De hecho ya existe una plataforma civil de periodismo, llamada Popula, que tiene previsto lanzarse durante este año y que dice querer ser una publicación digital internacional de noticias y cultura alternativa donde cada suscriptor podrá ver de dónde proviene cada céntimo de euro que financie al medio.

Todos estos expertos coinciden en que, con Blockchain, también podrían crearse redes sociales distribuidas que aporten transparencia y participación abierta; donde sea imposible censurar o manipular la información. Unos espacios en donde se pueda comprobar la autoría, bien para reconocer la propiedad intelectual, o bien la responsabilidad sobre cada foto, vídeo o comentario que se vertiese en ellos. Habría que ver cómo afectaría la pérdida de anonimato al conjunto de las redes scciales; por ejemplo a los tuiteros que se amparan en un alias para proteger de forma 'legítima' y lógica sus identidades reales y a los que lo usan para esconderse de forma cobarde mientras tiran la piedra.

Transparencia, seguridad, eficiencia en los procesos transaccionales, identificación de la autoría de los contenidos, control de la repercusión de la publicidad… Está claro que, de cumplirse esta tendencia, los que van a perder y mucho son los negocios basados en la agregación de contenidos (tipo Google News), las empresas de medición de audiencias y clipping, y los medios que no sepan adaptarse e integrar en sus estructuras (tecnológicas, financieras, profesionales) un patrón de esta envergadura. Por cierto, los que hayan llegado hasta aquí leyendo me deben tres euros cada uno. Son los nuevos tiempos.

jueves, 25 de enero de 2018

El lazo de color marrón 'mierda'

Los hay rosas, para el cáncer de mama; rojos, para el SIDA y la droga; morados, para la violencia de género; negros, para el terrorismo; blancos para la paz, y un largo etcétera cromático. Los lazos de colores sirven para mostrar solidaridad por distintas causas y son distintivos reconocidos internacionalmente.

Pero no todos se llevan en la solapa, UGT propone ‘colgar’ de Twitter uno de color marrón para intentar llenar la red social de lazos de esta tonalidad con los que denunciar “la subida de mierda”, palabras literales, con las que el sindicato califica el incremento del 0,25% en la cuantía de las pensiones, porcentaje que el Gobierno ha estimado para este año.

El sindicato ha creado el hashtag, #LazoMarron, para promover una acción consistente en devolver al remitente gubernamental las cartas en las que se informa a los pensionistas de la revalorización de sus ingresos con el mensaje “la subida del 0,25% es una mierda” o enviarlas al sindicato para que las recopile y mande en un gran paquete al Ministerio de Empleo.

Tal y como manifiesta el comunicado redactado por UGT, “tomando como referencia la pensión más habitual (unos 645 euros), el envío de la carta supone un tercio de la subida de un mes (1,62 euros) para un jubilado”.

Pero si la (raquítica) revalorización anual de las pensiones parece un tema problemático, la cuestión de fondo está en la precarización del empleo, el progresivo envejecimiento de la población y la falta de ideas claras para mantener el sistema nacional de pensiones. Eso por no hablar de colectivos concretos como las mujeres, los jóvenes o los autónomos cuyo presente en el mercado laboral hace que su futuro como pensionistas sea aún más crudo que el del resto de los mortales.

Y la luz al final del túnel sigue sin verse porque, dieciséis meses después de su creación, la comisión de seguimiento del Pacto de Toledo, esto es, la reunión de diputados que debe consensuar recomendaciones sobre el futuro de las pensiones, sigue sin acercar posturas en temas tan cruciales como las fuentes de financiación.

Eso sí, se siguen lanzando globos sonda como retrasar la edad de jubilación, tener en cuenta toda la vida laboral, crear nuevos impuestos (a la banca, tasas específicas) u obligar a las empresas a crear fondos de pensiones para sus empleados. Por lo que parece, y si no se toma al toro por los cuernos, seremos muchos los que llevemos el lazo dark brown luciendo de nuestras solapas.