jueves, 22 de febrero de 2018

Exportamos esclavos, pero bien formados

Hay más de 40 millones de esclavos en el mundo. Nunca ha habido tantos, en ningún periodo de la Historia. Lo dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esos 40 millones se reparten en 24,9 millones de personas que realizan trabajo en condiciones de esclavitud, entendido como que se realiza bajo coacción o amenaza; y el resto, 15,4 millones de individuos, las sometidas a matrimonio forzoso.

Del dato escalofriante al dato clamoroso. La esclavitud está globalizada. También se da, y mucho, en los países industrializados, desarrollados, sobre todo en la Unión Europea donde, según las cifras que aporta la OIT, ya convivimos con 1,2 millones de víctimas de esa lacra, el 2,7% del total mundial. Digo yo que será por las economías de escala y nuestro pasado esclavizador y negrero.

Dicen que son 40 millones pero a mí me parece que hay muchos más. Estoy seguro que esta cifra se ampliaría porque seguramente la OIT no contabiliza como tal la esclavitud que se genera a través del paro, el empleo precario y la falta de oportunidades, sobre todo en los más jóvenes.

Ya no hablamos de nuestros índices de paro juvenil, el 40%, el más alto de la OCDE; es que la tasa de temporalidad española (porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años asalariados con contrato temporal) es la más alta de todos los países europeos y se sitúa en 56.4%, muy por encima de la media europea que no llega al 33%.

¿No se está coaccionado y amenazado cuando no se tiene posibilidad de trabajar o, lo que puede ser aún peor, cuando se trabaja y se sigue siendo pobre de solemnidad? ¿O no se vive acojonado cuando se tiene un trabajo precario y un salario de mierda?, con perdón.

Y es que antes, la juventud trabajaba poniendo copas los fines de semana para pagarse los estudios o las vacaciones de verano. Ahora, la profesión de ‘tirar cañas’ a tiempo completo, durante doce horas diarias y por 800 euros al mes es la única salida de muchos postgrados para poder subsistir.

Sí. Hay más esclavos de los que parece. Sus ataduras y cadenas no son tan visibles a simple vista pero ahí están, basta con fijarse un poco más de lo normal. Tienen otra salida: escapar. Los ‘carceleros’, para quitarse responsabilidades, dirán que ha subido el índice de emancipación cuando la realidad es que una parte de nuestros flamantes licenciados habrá huido para currar como camareros por toda Europa mientras comparte un pìso de dos habitaciones con otras seis personas. Exportamos esclavos. Eso sí, con formación universitaria. “Arquitecto, por favor, unas aceitunitas”.

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