miércoles, 23 de mayo de 2018

Los jóvenes gordos/delgados españoles

El 45% de los jóvenes (esa maravillosa etapa que transcurre entre los 15 y los 29 años) come dulces y bollos casi a diario aunque durante la semana apenas prueben el pescado y la fruta fresca. Quizás por eso o a pesar de ello, la mayoría, el 86%, dice estar preocupado por su imagen y por la imagen que transmitan a los demás. De hecho, ocho de cada diez cambiaría alguna o muchas partes de su físico.

No obstante, y teniendo en cuenta esos malos hábitos alimenticios, menos de un 5% de los jóvenes españoles sufre obesidad o sobrepeso. Es más, de acuerdo con el Índice de Masa Corporal (IMC) en adolescentes, el 39% de los chicos y chicas de 15 a 17 años se ubica por debajo de su peso teóricamente recomendado, y si subimos un poco el escalón de la edad del pavo, ese porcentaje sube hasta el 56% en las chicas entre 18 y 29 años.

Son datos del ‘Barómetro juvenil de vida y salud’ realizado por la FAD a través del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y la Fundación Mutua Madrileña; un trabajo presentado esta misma mañana con el que se intenta obtener una fotografía fija sobre el estado de salud, física y mental de los jóvenes españoles.

Hemos comenzado con una descripción de un perfil de joven que desea ser y mostrarse bello o, al menos, delgado. Lo peligroso es que cuando se aspira a ser más delgado de lo que la salud recomendaría. No es coña. Según el estudio, casi un 30%, cerca de dos millones de jóvenes, afirma que en el último año han sufrido síntomas claros de algún tipo de trastorno mental. A saber: depresión, trastornos del sueño o por alimentación, adicción a sustancias, ansiedad, pánico, fobias, entre otros.

Unos síntomas que fueron detectados en los pocos jóvenes (apenas la mitad de los que notaron trastornos) que finalmente decidieron acudir a los servicios médicos: psicólogos, médico de cabecera o psiquiatra, y que finalmente sirvieron para afirmar que el 21% de nuestra juventud presenta un cuadro de sintomatología depresiva moderada.

Una salud mental que presenta importantes diferencias, según el sexo. Un 33% de chicas frente al 23% de chicos afirma haber sufrido algún síntoma de trastorno mental en el último año. Una brecha de género que se extiende en casi todos los tramos de este estudio (problemas de salud, enfermedades crónicas, automedicación, etcétera). Qué difícil es encontrar una estadística en la que las mujeres no salgan perdiendo. Lo estamos haciendo muy mal.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Perdón a los 'millennials'

Los baby boomers, esto es, los nacidos entre 1946 y 1965, hemos engañado a nuestros hijos, los millennials, los que vieron la luz a partir de los 80. Les dijimos que estudiaran para que pudieran ser lo que quisieran; les apuntamos a inglés y alemán (en aquella época se llevaba mucho lo germano); a clases de informática avanzada; a pintura; teatro; natación; tenis o fútbol.

Algunos progenitores apuntaban a sus hijos a todas esas disciplinas a la vez. Hacía falta un Excel para poder cuadrarlas y una lavadora de gran capacidad para tanta ropa deportiva sucia. Al final, entre el cole y las extraescolares apenas quedaba tiempo para que los chavales jugaran; y qué han conseguido: Ser la generación mejor preparada con más parados de la historia.

¿Tenemos forma de compensarles? Los ingleses proponen una idea para intentar reparar esta brecha generacional y corregir ese injusto desequilibrio. Se llama ‘Herencia ciudadana’ y consiste en que, al cumplir los 25 años, el Estado les ingrese 12.000 euros en sus cuentas corrientes. Eso sí, sólo podrán destinarlos a ampliar estudios, alquilar vivienda o iniciar un negocio propio.

Para financiar esta partida proponen modificar el actual impuesto sobre las herencias, que se aplica en un 40% a las grandes fortunas (cuando el legado supera el millón de libras), y ampliarlo a todas, bajando el margen al 20%.

Una propuesta que ayudaría a que, la también llamada ‘Generación Y’, ampliara su bagaje cultural, nivel de independencia y capacidad de emprendimiento, todo para tener más posibilidades de salir adelante, emanciparse y acceder al mercado laboral sin necesidad de irse del país y/o trabajando de lo primero que les saliera, en ocupaciones muy alejadas de sus auténticas vocaciones.

Pero digo yo, ¿cómo se compensa a aquellos millennials que ya han cumplido el cuarto de lustro? y otra cosa, si el resto de los miembros europeos desencantados con su presente que forman parte de este colectivo suelen tener a Reino Unido como una ‘tierra de provisión’, ¿dónde van los millennials ingleses cuando no tienen salidas profesionales en su país?, ¿cuál es su ‘paraíso’, el último recurso? Debe ser como pasear por un parque temático sin posibilidad de disfrutar de ninguna de las atracciones. Frustración sobre frustración. Desde mi responsabilidad como padre pido perdón. “Perdona David por prometerte que con esfuerzo podrías hacer realidad tus sueños. Nos engañaron a todos”.

lunes, 7 de mayo de 2018

Dos historias solidarias para hoy

Tengo dos historias bonitas que contar. Ambas son historias solidarias, de las que te ponen la sonrisa en la cara. Son de amigos y gente cercana. En la primera, una pareja de sexagenarios (espero que no les moleste el término porque, aunque real, suena como llamarles “viejunos”), amante de los animales pero solo con tiempo y ganas para cuidar pájaros se hizo con una pareja de canarios que terminaron teniendo descendencia y resultó que su prole nacía ciega.
Pedrito, el mandarín ciego.

Decidieron ayudarles en su cría. Pegaron los cacharros de los alimentos y del agua al suelo y barrotes de la jaula para que siempre tuvieran la misma ubicación y los animales pudieran recordarla, y les alimentaron manualmente. Lograron sacar adelante a dos de ellos.

La nueva pareja de alados sin vista fue creciendo y con el tiempo gestaron a otro pájaro, también ciego, al que sus padres, a pesar de no poder verse entre sí, han sido capaces de alimentar por sí mismos y proporcionarle lo necesario para vivir. Todo ello, bajo la atenta mirada de estos dos amigos ‘sexagenarios’ (perdón, de nuevo, lo digo desde el cariño).

La otra historia surgió hace unas semanas, en el trabajo. Una compañera comenzó a recibir llamadas de un número desconocido en su móvil del trabajo. Hasta aquí, nada extraño en un terminal telefónico cuya misión es recibir llamadas de periodistas. La cosa es que quien llamaba era una señora, por su voz bastante mayor, que preguntaba por un familiar. Mi compañera la contestó cortésmente que se había equivocado, la señora –al parecer un tanto desconcertada- se disculpó y ambas colgaron.

Pero, a partir de ese día, la señora comenzó a llamar dos o tres veces por semana, siempre preguntando por la misma persona de la primera vez. No era difícil deducir. Se trata de alguien afectado por Alzheimer que no recuerda de un día a otro que está llamando a un número equivocado.

Cuando se produce la llamada, veo sonreír a mi colega y descolgar el teléfono. La ha cogido afecto y no es capaz de colgarla o enviarla a la carpeta de los números bloqueados. Siempre intenta que la supuesta anciana le ponga con alguien con el que poder subsanar el error telefónico y ayudar a conseguir que se logre la comunicación. Un día de estos seguro que lo conseguirá, pero a buen seguro que mi compañera (y yo) la echaremos de menos.

FE DE ERRATAS: Sabía que lo de "sexagenario" me traería problemas. Utilicé el término porque me parecía literariamente más acertado; pero no, uno de los miembros de la pareja de amigos dueños de los pájaros no tiene aún 60 tacos (ni los aparentan). Además, me dicen que no son canarios sino diamantes mandarines, de la variedad blanca para ser más concretos; y me facilitan una foto de la cría (se llama Pedrito) que procedo a subir sin más dilación. Mis más sinceras disculpas a mis amigos y a sus pájaros mandarines.

viernes, 4 de mayo de 2018

Solo un raro puede entender a otro raro

Ya no recuerdo, qué pena de memoria, si la serie ‘Bron’ (‘El Puente’, emitida por Netflix)  es danesa o sueca. Pero ese dato no es esencial para el argumento, el mío, no el de la serie. La protagonista de este thriller nórdico es una mujer, policía, con síndrome de Asperger, esa enfermedad que ha popularizado Sheldon Cooper, el extravagante físico dedicado a la investigación de la teoría de cuerdas de ‘Big Bang Theory’.

En la serie sueca o danesa, a saber, su prota aparece segura de sí, profesionalmente; pero quebrada personalmente. En el trabajo, el Asperger parece conferirle aplomo, una capacidad de análisis extraordinaria y una visión casi microscópica de los casos policiales. Le ayuda a destacar, pero lo hace a costa de la imagen y la impresión que transmite a sus compañeros de trabajo: odiosamente perfecta, intransigente y bastante aburrida.

Pero no tener emociones no significa no tener necesidades. La mujer policía acude a los típicos lugares de ligoteo suecos/daneses y se dirige directamente y sin dilación a algún hombre de su gusto para proponerle mantener sexo. Sin mediar conversación previa, sin cortejo alguno. Ella pone la casa, les dice cuáles son sus preferencias en la cama y pregunta por las de sus conquistas. Pero no siempre obtiene un sí por respuesta. Hay temas en los que el mensaje directo femenino está censurado y, cuando se produce, a todos asombra; y a algunos, incluso, les asusta.

A lo largo de la serie, la chica intenta aprender a sentir tal y como lo hacen quienes la rodean, pero no lo consigue. Por mucho que lea sobre conducta y socialización no es capaz de quitarse esa coraza robótica que la recubre y lo único que logra es frustrarse por no aceptarse como es o por intentar ser como los demás.

Por lo que la ficción nos ha transmitido, las personas con este síndrome son incapaces de ‘sentir’ como el resto y, por tanto, de relacionarse tal y como la gran mayoría entendemos qué debería ser socializarse. Para ellos, las relaciones emocionales son muy diferentes. La aparente ausencia de pasión, la imposibilidad de entender la ironía, las frases con doble sentido o percibir los mensajes del lenguaje no verbal, la inflexibilidad de pensamiento, la resistencia a aceptar el cambio y a obsesionarse por determinados temas son las principales normas de conducta de este trastorno del espectro autista.

La serie de la que hablamos muestra la casi nula capacidad de empatía de esta mujer con su entorno, incluso el más cercano, pero también nos deja ver cómo las personas que tiene a su alrededor apenas intentan comprender su manera de actuar y cuestionan su forma de ser, simplemente por ser diferente. Al final, los guionistas eligieron como compañero de trabajo televisivo a otro policía, masculino que, traumatizado por la muerte violenta de su familia, está acompañado de los fantasmas de su mujer e hijas y hasta habla con ellas. El mensaje, triste e insolidario: Solo un raro puede entender a otro raro.