viernes, 2 de marzo de 2018

Residencias con vistas y 'gay-friendly'

Elisa y Remedios entraron a vivir en la residencia por separado hace algún tiempo. Se gustan, se nota, cada vez pasan más tiempo juntas y las han visto besarse. Han solicitado a la trabajadora social del centro cambiar de habitación para poder vivir juntas y mantener una vida más privada, ya que las habitaciones del centro son todas dobles” (…)

(…) “Algunos de sus compañeros comentan que esto no se puede permitir, que esta relación es una vergüenza, que son lesbianas (‘las tortilleras’, las llaman). La directora teme que se genere un conflicto en el centro y que esto les provoque un mayor rechazo, si se accede que vivan juntas. La normativa no señala nada sobre la convivencia de parejas homosexuales o lesbianas, nunca hasta ahora se había dado un caso así”
.

Este texto no es la letra de una canción inédita de ‘Mecano’. El testimonio, real, forma parte de un documento editado por la Fundación Pilares, en el que se trata de la sexualidad en los centros residenciales, de cómo afecta a los usuarios, a sus familiares, y a los empleados que les atienden. Un tema de interés que muestra la complejidad de mostrar afecto (emocional y/o físico) en un entorno institucional compartido, con espacios comunes donde es muy difícil preservar la intimidad, más cuando la comparten dos personas mayores del mismo sexo.

Si ya existe un grave problema en la sociedad, en general, de incomprensión e intolerancia hacia la homosexualidad (ya no hablemos de la transexualidad), imaginaos si lo trasladamos a un entorno como las residencias o geriátricos, donde la media de edad de sus usuarios es muy elevada y, por tanto, también se presupone que hay una tendencia conservadora mayoritaria (estamos hablando de gente que ha nacido entre los años 40 y 50 del pasado siglo).

Es fácil presuponer los problemas y el rechazo que puede conllevar a los moradores de este tipo de centros el mostrar abiertamente una condición sexual diferente a la hetero. Para intentar evitarlo, la guía sugiere la creación de centros residenciales gay-friendly, como se anuncian algunos hoteles.

Puede ser una opción, aunque no me gustaría que termináramos utilizando Booking.com para buscar residencias geriátricas céntricas, con baño privado, vistas y gay-friendly. La solución real no creo que se encuentre en una nueva oferta (privada) del mercado, a la cual previsiblemente solo podrían acceder los mayores con más renta; debería partir de la iniciativa pública y de su capacidad para trasladar a la sociedad una educación basada en el respeto y la tolerancia. ¿O no?

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